PACO MANUEL, LA CABEZA EN LAS ESTRELLAS
- Juan Zingaro
- Feb 10, 2017
- 6 min read
Updated: Apr 19, 2020
Paco Manuel “Termita” soñaba con ser torero. Como a muchos de los niños de nuestra ciudad de Arlés le tocó el gusanillo a muy temprana edad y se apuntó a lo que eran en ese entonces solo unas clases de toreo práctico, impartidas por un ex novillero, que según su propio decir había fracasado por ser suizo. Este señor nos recogía los sábados en la tarde y nos llevaba en su coche a una placita para ensayar y perfeccionar el gesto. Aprendíamos el tocar, el parar y el mandar con gestos templados y muchas veces repetidos, sin que jamás pudiéramos ver la punta de un cuerno. Era muy difícil ver su nombre escrito en un cartel, y pasadas las primeras becerradas en las cuales se elegían reses cómodas y de raza brava, los criadores de reses “camargue” intentaban hacernos perder el gusto por los toros, llevando en las supuestas becerradas en las cuales actuaban niños de entre 11 y 14 años, verdaderos y espantosos novillos con los cuernos en lira, que conocían el oficio mejor que nosotros y habían entendido, antes de salir a la plaza, que había un blanco que alcanzar, el juego era evitar la muleta y echarse encima del aprendiz torero para despedazarlo.
Muchos perdieron la confianza, pero otros a pesar de las grandes dificultades siguieron su camino de diferentes formas, unos llegando a hacerse matadores de toros, otros quedándose de soñadores. Creo que a un hombre se le pueden arrebatar muchas cosas, pero él que llega a perder la ilusión tiene por destino hundirse en sus propios recuerdos de sueños incumplidos. Paco Manuel “Termita” es de estos hombres que siempre fueron fieles a su destino; Sin jamás intentar descartarlo, feliz con lo que este último le ofrecía.
Paco Manuel había nacido como Jean Louis Ayme de un padre estomatólogo y de una madre, que por haberse dedicado muchos años a la limpieza del consultorio y al cuidado del doctor, había terminado por darle numerosos hijos. Los crió en el respeto absoluto de la memoria del Doctor que le era mucho mayor y que se murió dejándola al cuidado de su familia, en una inmensa mansión y cuyo hijo menor había adquirido el virus de los toros.
La señora de Ayme, tenía don de videncia y sabía leer el porvenir de cualquiera en la bola de cristal, revolcando una tasa de café, y por supuesto leyendo barajas de todas formas, colores y tamaño. Un día me dijo, cuando todavía no sabía ni que haría de mi vida, que sería pintor y que mis obras se venderían en el mundo entero. De hecho, hoy tengo clientes en Estados Unidos, México, Panamá, Colombia, Francia, Kuwait, Qatar y desde hace poco Australia ! Ese mismo día nos empeñamos en pintar la moto de Paco con los colores de la bandera española.
Paco Manuel, en cambio, nunca se preocupó mucho por saber lo que le reservaba el porvenir; No creo que a pesar de haberlo soñado, haya tenido la verdadera ilusión de ser torero, pero si vivía como tal y se dejaba llevar por la corriente, su mamá le proporcionaba a diario la cantidad de dinero suficiente para pasar el día y lo malgastábamos comprando marijuana que fumábamos debajo del puente, mirando los reflejos del agua que encandilaba nuestras pupilas de niños aburridos al atardecer. A la hora de despertar para ir al colegio, el consumo del día anterior se hacía sentir y pude presenciar unos levantamientos a escobazos, que al fin y al cabo no servían para nada, porque ni bien terminaba la tormenta de golpes, Paco volvía a encontrar el sueño, dulce sueño despierto que nunca lo abandonó y que hasta hoy lo sigue acompañando en su día a día, barriendo las calles de la ciudad.
Con el tiempo Paco Manuel se convirtió en un aficionado práctico pero seguía siendo un gran torero en su cabeza, ensayando cuando le daban las ganas, dejando que se le metiera el “duende” en una tienta, desclasificando en unos pases a los toreros presentes y desapareciendo varios meses para saborear su triunfo en toda quietud, con una caña de cerveza, sentado en la terraza de un bar de la “plaza de los hombres”, contando y volviendo a contar lo que había sentido en aquel instante.
“Un día que toreaba como un Dios, recibió de las estrellas la alternativa celestial, de ahora en adelante eres Paco Manuel”, escribió un periodista local en una reseña que le dedicó una mañana en que seguramente, el mismo se levantó contagiado por el arte de “Termita”. “Termita” antes de ser Paco Manuel, era ya todo un personaje, y había llevado muchos apodos. Le habían puesto Termita porque en la televisión francesa presentaban un programa “Plaza Sésamo” en el cual le decían “Kermit” a la marioneta que en español se llama “la rana René. Por la semejanza que le encontrábamos con el personaje, empezamos en ponerle “Kermit”, que pronto se convirtió en “Termita”, siendo ese bicho considerado como alimaña. Paco se lo puso él solo, porque le gustaba el toreo de Paco Ojeda, el cual reproducía en sus momentos de inspiración, “Termita” se convirtió en “Paco Termita” y mas tarde en Paco Manuel “Termita” porque sonaba mejor. Así es que nacen los mitos. ¿Se dieron cuenta que las palabras “sonaba” y “soñaba” solo tienen la ñ para diferenciarlas? Jean Louis Ayme, convertido en Paco Manuel “Termita”, terminaba soñando mejor.
“Termita” era muy amigo de un ganadero francés, Cyril Colombeau, y este muchas veces le dio la oportunidad de torear vacas en las tientas, al principio salía de segundo, pero la suavidad de su toreo y los conocimientos adquiridos con tanta pasión y con ver tanto toros en la plaza como en el campo, hicieron que se convirtiera en un imprescindible personaje de las tientas de numerosas ganaderías, calificaban las vacas después de que Paco Manuel las haya colocado al caballo, y luego toreado como si fuese Antoñete o Manzanares.
Paco estaba listo para el gran salto, decidió a la edad de 30 años, matar su primer toro, y nada de becerro, eligió el mismo un novillo colorado de tres años cumplidos, que mataría en un festejo público. Compartió cartel con dos novilleros del momento y como era un fiesta campera, vestía un traje corto comprado unos días antes. Se vistió en una caravana y al salir unos minutos antes del paseo, el toro que debía matar, rompió el cajón en el cual estaba encerrado y sacó la cabeza por el roto sembrando el pánico entre la muchedumbre. Paco Manuel “Termita” se enfrentó con un adversario de mucho respeto, era transfigurado, un picador de nombre Morales le dijo: “el toro sirve “Termita”, preséntale la muleta, él te la coge”. Termita cumplió como alucinado, presentaba la muleta y el toro se la comía, de nuevo se colocaba y el toro repetía sus embestidas tragándose el paño rojo. A la hora de matar y después de una vibrante faena, se complicaron las cosas y Paco Manuel nervioso lo pinchó, pero en un relámpago de lucidez, me buscó en la asistencia, se quitó la chaquetilla y me dijo que se la guardara, se perfiló nuevamente y tumbó al imponente novillo de una entera en menos tiempo que hace falta para contarlo. El mismo no se lo creía, los amigos cortaron las orejas y el rabo del novillo colorado muerto sin puntilla, y Paco Manuel fue paseado a hombros por la plaza en delirio.
Lo peor, es que no quiso dejarlo así. Cualquiera hubiera pensado; Si algo tenía que demostrar aquella tarde hice la prueba, pero él no. Terminó por matar solo y en seis veces, una corrida completa, algunas veces mejor, otras veces peor, pero este hombre soñador, que muchos habían burlado y despreciado, se ganó la admiración de los envidiosos, matando seis novillos, entrando cada vez en el sorteo, vistiendo de torero para llegar a la plaza donde él mismo se citaba con la suerte, y cada vez saliendo digno, sin haber sufrido ninguna voltereta y habiendo subido una por una las escaleras que llevan al cielo. Por fin podía tener la cabeza en las estrellas sin tener que sacarla jamás: podía caminar como un torero sin que nadie se burlara jamás, nunca más.
Fueron seis los toros que mató, no como Paco Ojeda, que un día de primavera de 1984 se encerró con seis toros de Jandilla en plaza de Nimes, por la suma de 100 millones de francos, sino de a poquito, para cumplir con su sueño y merecerse el apodo de Paco Manuel.
Al final, como lo había previsto el periodista local, un día que toreaba como un Dios, había recibido de las estrellas la alternativa celestial y podía presumir con llamarse Paco Manuel.
Unos días después, como las grandes figuras, ofreció fotos a sus admiradores y me puso esta dedicatoria:
“A Juan, porque hay hombres de verdad”.
Al final Paco Manuel a pesar de tener la cabeza en las estrellas, sigue teniendo los pies en la tierra, y esto es de admirar.
Juan Zíngaro

Comments